Por:
Esperanza Trujillo Uribe
Recuerdo cuando le dijiste a los gringos, con esa manera “folklórica” tuya de dirigirte a los “amos Imperiales”, que si acaso les tenías que pedir permiso para vender el petróleo venezolano, apenas te estaba conociendo y solté la risa, te dirigías a ellos como si fueran los parroquianos de la esquina, de igual forma que cuando decías: “aquí huele a azufre” refiriéndote a Bush, o “por aquí paso el diablo”.
También recuerdo que cuando el rey de España te mandó a callar, exigiste que te pidiera excusas, hasta escribí un cuento con el tema: “nadie osa decirle a un rey que pida excusas”. Por esos mismos días demandaste no calificar como terroristas y dar estatus de beligerancia a la insurgencia armada en mi país.
Así mismo, nuestras conciencias se fortificaron al haberte erigido sobre los principios libertarios y el ideario socialista, pues en Colombia a duras penas se aludía a la democracia abiertamente, -tú sabes, aquí no se puede hablar-, a tiempo el pueblo de nuestro hermano país, asumía la propuesta Bolivariana que enarbolabas con entusiasmo. Esas y otras cosas recuerdo, sintiendo que aliviaban una región abatida por los designios de la hegemonía norteamericana.
Y si bien, aquí en Colombia, muchos corazones y mentes nos enaltecíamos con tu existencia, igualmente otros tantos te repudiaban, la propaganda mediática se había encarnizado en tu contra, venía ocurriendo con mayor saña desde el gobierno del funesto Uribe y hoy continua con tu nuevo mejor amigo, y eso cala, sí que cala, ese infortunio de la ignominia mediática, genera pérfidos sentimientos.
En verdad, a quienes bogamos por nuevos devenires, nos diste muchas alegrías, y aquí en Colombia se conjuraban afanosas razones para que tal dicha persistiera, de una parte significaba el resurgir de un sueño cuando de alguna forma sentíamos rotas las esperanzas. Y de otra, el terrorismo de Estado viene escribiendo la más cruda historia de horror: la desaparición forzada rebasa las cifras de la dictadura del cono sur; se han visto obligadas a huir de sus tierras, familias niños, mujeres, viejos y comunidades enteras causando el mayor número de personas desplazados en el mundo; hordas paramilitares acometen masacres desgarradoras contra la población; el ejército colombiano comete crímenes para ganar indulgencias; el hambre y la pobreza se extienden por doquier, y otras tantas fatalidades más que llenarían páginas enteras.
Tú, Evo, Correa, junto a Fidel que se mantenía firme pese al bloqueo, constituían la luz vigorizante de “otro mundo es posible”. ¿Qué te paso Chávez? ¿Por qué cambiaste? ¿Desde cuándo? ¿Acaso yo no me había dado cuenta y ya venías en esas andadas? El campanazo que me sacudió - no ha mucho -, fue cuando entregaste al periodista de pluma firme Joaquín Pérez a manos del régimen del terror, además violando el DIH y las propias leyes de tu país, tu no desconocías el genocidio político perpetrado por el Estado Colombiano y del cual “Joaquín sobrevivió saliendo como refugiado a Suecia de las cenizas de aquel infierno.”
Estaba desconcertada, esperaba que rectificaras, que respondieras a los llamados provenientes de tu propio pueblo e igualmente al clamor que emergía con desasosiego de todas partes del mundo y en cambio, no habiendo pasado sino pocos días nos enteramos de los acuerdos que realizabas en Cartagena de Indias, la ciudad heroica. Tal acuerdo innoble con el gobierno de Colombia y el régimen golpista de Pepe Lobo -cuya primera ficha fue Gorilete como tú lo llamaste-, y con la anuencia de Mel Zelaya, avaló y respaldo, lo que hace dos años se considero inadmisible: un golpe de estado en un país suramericano.
Y ello, sin consultar al pueblo combativo de Honduras que con valentía y desde todos los rincones de su terruño, ha resistido con admirable tesón. A espaldas de tu pueblo Bolivariano. No doy crédito a mis ojos que se inundaron de lagrimas, el retorno de Zelaya, el presidente destituido por el golpe, se produce sin mediar juicio ni castigo a quienes lo ejercieron, pasando por encima de la resistencia popular Hondureña y sin importar las violaciones de los derechos de este pueblo herido.
Y aún sin salir del asombro, te aprestas a repetir la infamia de entregar al régimen sanguinario a quienes se integran a las filas guerrilleras en mi país, no me digas que emulas la cacería de brujas propia de este gobierno pro-imperialista del que tú te eriges como adversario, que ahora son terroristas, los mismos para los que “ayer” solicitabas el estatus de beligerancia (¿?).
No comprendo, me surgen muchas preguntas: ¿Cómo concibes hoy aquello de la unidad bolivariana? ¿Qué asuntos de Estado no puedes explicar a tu propio pueblo? Y, ¿acaso no se anteponen los principios revolucionarios, a acuerdos con adversarios? Y, ¿si se trata de construir el socialismo, éste no pasa por asumir íntegramente los valores éticos, solidarios, fraternos que impulsan las luchas libertarias?
Y yo que te quería, Chávez. No te deseo mal, quizás diste lo máximo que podías dar, el proyecto te rebasó, pero sí deseo que el pueblo de Venezuela, supere la traición y encarrile el proceso con nuevos bríos y nuevos líderes naturales, hacía la utopía anhelada.
miércoles, 15 de junio de 2011
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