Ante las evidencias irrefutables que dan cuenta del fenómeno del calentamiento global como una consecuencia de la acción humana, los gobiernos burgueses, auténticos perros guardianes del sistema capitalista, organizaron una cumbre en Dinamarca para discutir acerca del tema. Con la hipocresía que caracteriza a la política internacional, los responsables de salvaguardar el sistema capitalista depredador, ahora se postulan para “contrarrestar” los costos ambientales del modelo económico que defienden.
Para ello, se arman de propuestas como asignar fondos a los países periféricos a cambio de que preserven algunos reservorios naturales, y unas metas limitadas y a largo plazo en materia de reducción de emisiones. Pero ni siquiera para esta limitada e inefectiva agenda existe consenso en la burguesía internacional. Por ello, para acordonar la cumbre y mantener a raya a los incrédulos y los indignados, se desplegaron miles de policías en Copenhague, y cada día de deliberaciones se cerró con decenas o centenares de detenidos.
Finalmente, son irrelevantes los acuerdos a los que pueda llegar la burguesía internacional para mostrar en la vitrina de los medios de comunicación como demostración de la sostenibilidad del capitalismo y la justeza y generosidad de los explotadores. Son irrelevantes desde el punto de vista ambiental y por lo tanto social; no se puede olvidar que todos los desastres ambientales son también desastres sociales, y los llamados pasivos ambientales son uno más entre los mecanismos por medio de los cuales la ostentosidad de los capitalistas brota de la miseria humana.
Quienes padecen más directamente la contaminación y la escasez de recursos indispensables para la vida: agua potable, aire limpio, o tierra habitable, son siempre los más pobres. Estas mayorías populares no tuvieron voz ni participación en la cumbre, excepto frente a las barricadas policiales.
El presidente Chávez, como es costumbre, acaparó la atención con un discurso grandilocuente, en apariencia antisistema, en el que criticó al capitalismo, la falta de democracia en el sistema internacional, el imperialismo, e invocó adagios religiosos. Pero antes de atacar la hipocresía estructural de la cumbre, más bien le añadió un flanco izquierdo a la farsa.
Criticó el Premio Nobel de la Paz otorgado a Obama, siendo que en abril de este año Chávez declaró que Obama representaba la esperanza de la humanidad y la promesa de un mundo sin armas nucleares. Criticó los auxilios financieros a los grandes bancos, cuando su gobierno acaba de inyectar millones de dólares al sistema financiero para atender a la quiebra de varios bancos que estaban en manos de familiares de altísimos funcionarios del gobierno. Criticó la desigualdad social, cuando en Venezuela las cifras oficiales dan cuenta de que la brecha entre ricos y pobres ha crecido en los últimos diez años. Criticó las emisiones producidas por los países ricos, pero en los últimos dos años casi el 95% de las exportaciones venezolanas han estado representadas por hidrocarburos, con lo cual se ha profundizado la dependencia de la economía venezolana respecto de los combustibles fósiles, que son la principal fuente del efecto invernadero. Chávez se mostró preocupado por la deforestación y la desertificación, pero funcionarios del Ministerio del Ambiente han mantenido una pelea legal por convertir la Cuenca del Río Caura en una reserva forestal, pelea que afortunadamente han perdido; mientras que la explotación del carbón en la Sierra de Perijá ha significado una depredación ambiental de enormes proporciones, al tiempo que esta explotación impulsa nuevos proyectos depredadores como Puerto Bolívar.
Y es que Venezuela es un país dependiente, subdesarrollado y monoproductor, que cumple cabalmente su función como engranaje en el mismo sistema capitalista del que habla Chávez de manera desenfadada en sus discursos. Por otra parte, en Venezuela Chávez ha dicho repetidas veces que su propuesta reformista involucra a la “burguesía nacional”, con la cual el gobierno está obligado a realizar una “alianza estratégica”; de tal manera que es a esos sectores “aliados” a cuyos intereses se debe la acción del Estado venezolano, y no a propósitos revolucionarios.
Por esta razón, visto sobre el telón de fondo de la acción política concreta del gobierno venezolano, el gesto del presidente Chávez de presentarse en Copenhague como un vocero de los explotados y marginados del mundo, no pasa de ser una mueca siniestra. Es falsa la oposición entre capitalismo y “socialismo del siglo XXI”. La verdadera oposición es de clases, entre explotadores (incluyendo las llamadas burguesías nacionales y sus gobiernos aliados) y explotados. La oposición es entre el capitalismo en todas sus variantes, incluido el pseudosocialismo del siglo XXI; y su negación, el socialismo revolucionario.
De haber sido sinceras las palabras del presidente, habrían ido acompañadas de hechos que demostraran una auténtica autocrítica. Quizás se habría aprovechado la tribuna de Copenhague para destituir a la ministra del ambiente y al viceministro Sergio Rodríguez, un furibundo enemigo de la conservación ambiental y de los pueblos indígenas. Pudo haberse aprovechado la oportunidad para conceder la justa reivindicación de la creación del Parque Nacional Caura, protegiendo con esa medida aquellos territorios que hasta ahora su gobierno ha querido convertir en reserva forestal. Pudo haber anunciado la liberación del cacique Sabino Romero, digno defensor de los territorios del pueblo Yukpa, y haberse reconocido el territorio ancestral de los pueblos indígenas de Perijá. Pudo haberse anunciado que se descartaban todos aquellos demenciales proyectos de super gasductos y autopistas que cruzan la amazonía y la Gran Sabana. Pero no, el presidente optó por mantenerse dentro de los márgenes de su política y marchar por el flanco izquierdo de la gran comparsa burguesa de la hipocresía en Copenhague. Aunque dijo algunas verdades innegables, Chávez no puede pretender erigirse en paladín del ambientalismo cabalgando sobre los yukpas asesinados y sobre los desastres ambientales que produce su política desarrollista en alianza con la burguesía.
Por: Simón Rodríguez Porras*
* Simón Rodríguez Porras es militante de la Unidad Socialista de Izquierda.
http://www.elpueblosoberano.net/?p=7091
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