martes, 15 de septiembre de 2009

MENSAJE CON DESTINO Juan J. Barreto G.

En Trujillo no es más alto el deshonor que la gloria.


A 112 años del nacimiento de Mario Briceño-Iragorry.

El pensamiento de Mario Briceño-Iragorry no es un pensamiento perdido. Allí podemos encontrar muchas luces para encender la pradera de muchos cerebros. Mucho menos es un pensamiento que puede ser prohibido. En todo caso, como dijo alguien, quien se lo quiera perder que se lo pierda. Nadie puede prohibirnos como pensar. El alarde inquisidor de un gobernante local forma parte de la condición de pretender prohibir execrando, bajo la triste y lacerante declarativa para condenar a Mario Briceño-Iragorry como “traidor a la patria”. Si le ponemos más atención a este asunto, aquí hay cuestiones de todo tipo imbricadas. Si tú me vas a declarar a mí traidor a la patria, por ejemplo, tendrás que hacerme un juicio, demostrar que soy un traidor. Si tú no haces un juicio y te dedicas a acusar por tu boca de gobernante a Briceño-Iragorry y al todo el que se te atraviese desde tu furia “inquisitoriense”, el enjuiciado podría ser otro.

Este juicio es mucho más efectivo y terrible, necesario, como lo haría “el diablo” Briceño a un enemigo del proceso de independencia. Los dos Briceño son necesarios hoy cuando se vierten sobre nosotros las amenazas imperiales. Hidalguía en la lucha y en la idea, combinaciones humanas. Trata el gobernante y su pluma gobiernera de censurar, execrar, prohibir y borrar del mapa un ideario impermeable a estos actos de gendarmería inquisitorial, mostrando una apariencia bolivariana, cubriéndose en la exaltación a Antonio Nicolás Briceño, nuestro “diablo” querido que salva el arranque del proceso de independencia de los peninsulares ibéricos con la propuesta de su necesario decreto de Guerra a Muerte. Es bueno recordar a Mario Briceño Iragorry en Lección y sentido de Antonio Nicolás Briceño donde indica: “Pero, ese hombre ensangrentado y lleno de sombras, fue conducido a extremo tan terrible por el aliento de una pasión nobilísima. Más allá de su locura estaba Venezuela. Más allá de su delirio estaba la República destruida. A él no lo empujaba la codicia, como apasionadamente dice Salvador de Madariaga.” Ni leyenda negra, ni leyenda dorada, esas han sido escuálidas miradas a un proceso mucho más rico en diversidad coartada por positivistas y negativistas. “Del mismo modo como no acepto la leyenda negra forjada a la sombra de la Torre de Londres, rechazo la leyenda dorada de quienes alaban la colonización española hasta la esclavitud y la Inquisición…” (Mensaje sin destino).
Hombres, varones sin codicia que a su manera han dado aportes sustanciales a la historia pequeña y grande, sutil y heroica.. No creo en la condición hagiográfica de la historia, está hecha por mujeres y hombres de diferentes estirpes. En nombre de un radicalismo con una enorme masa de epítetos se juega a la demagogia ideológica. La memoria puede ser apropiada por alguien que tenga poder y hacernos creer cualquier cosa, pero si hay debate creador, tensión semiótica entre los mensajes, esa m
emoria se fortalece al no corresponder exclusivamente a una mirada. No debemos ser tan miserables, no se necesita quitarle a uno para exaltar al otro, aunque la mayor exaltación que podemos hacer es predicarla con el ejemplo. Lo ideal es que convivan estos dos símbolos repletos de memoria. “Convivencia es ejercicio que obliga a conllevar la carga extraña. Pero si nos empecinamos cada quien desde nuestra estrecha parcela, en el propósito de destruir la personalidad de los contrarios, al hacer el balance de los valores morales de la república, a base de las atribuciones feriadas en la lonja de los insultadores, hallaríamos con espanto que, por nuestro propio yerro, se nos ha hecho aparecer ante los ojos del forastero que vigila para su provecho nuestra debilidad, como un país de simuladores, de ladrones, de ignorantes, de asesinos, de logreros y de tránsfugas, cuyos solos hombres virtuosos son los que transitoriamente ejercen desde el poder el monopolio convencional de la verdad.” (Mario Briceño-Iragorry, “Balance de las injurias”: 1951).

Un decreto (el 277) cargado de cobardía y de intención de denigrar pregonando traición a la patria. El delito del acusado es buscar cada vez más respuestas de horizontes claros en su compromiso como venezolano, evolucionando hacia posiciones de avanzada en el compromiso social. Ojalá pudiéramos decir lo mismo de aquellos funcionarios ora funcionarios de la cuarta, hoy funcionarios de la quinta. Resoplan las palabras de MBI al final del aparte octavo de Mensaje sin destino (1952): “Lo mismo que proclamaron Guzmán y Betancourt, lo sintieron o lo mintieron Gómez y Castro, Crespo y los Monagas. Cada uno se creyó el mago de Venezuela, y preocupados los magos y los brujos de cada momento en variar y mejorar a su modo el rostro de la patria, hemos terminado por sufrir una fatal ausencia de perfiles determinantes (…)”. La ausencia de una conciencia reflexiva y no sectaria ha permitido que nuestra comunidad carezca de resistencias, y ha podido mucho más, tiene más efecto y consistencia la simbología consumista y trivial en la mente colectiva que la historia portentosa manejada a su antojo por magos locales. Esto nos permite decir que, la única vía sincera es el debate creador sobre “nuestra carencia de continuidad histórica como factor primordial de crisis” (MBI, Mensaje sin destino).

Claro que los reyes de la comarca, de ayer y de hoy, han tomado a su antojo el acomodo de la liturgia. Es así como, en pleno momento de cambios anunciados, echan mano a “drásticas drogas de gendarmería” destiladas por peculiares militantes de una especie de “policía histórica” que en un pueblo como el nuestro no podían pasar desapercibidas. El fulano decreto 277 declara traidor a la patria y genocida a uno de los hijos trujillanos que fue haciendo de sus ideas compromiso claro con su condición como persona que, paradójicamente, lo lleva de ser funcionario subalterno en su mocedad de una dictadura, que él mismo asume y revisa en su ideario, a perseguido político de otra dictadura, y en la paradoja trágica de todo esto, a ser declarado más que pillo por un gendarme local del travestismo ideológico.

Por todo este asunto propongo un modesto ejercicio pedagógico. En un lado, sin pretensiones maniqueas, coloquemos la obra de Briceño-Iragorry. Del otro la obra de los constructores históricos del decreto 277. Este modesto ejercicio, sin necesidad de drogas de gendarmes puede darnos luces en todo este asunto de la memoria histórica de los pueblos. Vean, no es tan complejo. Por un lado, el ideario y la condición del acusado, por el otro, el ideario y la condición de los acusadores. Un juicio colectivo, audaz por lo interesante que resultaría. No sería haciendo uso abusivo y cobarde de un privilegio en menoscabo de la memoria. Nosotros podemos tener otro privilegio, entre el respeto y la no sumisión, a debatir cómo se construye “la conciencia histórica requerida como elemento de nacionalidad” (MBI). Esta es una enorme oportunidad, para ensayarnos en el debate y el compromiso creador. Las aguas del pálido Castán de nuestro pensamiento se redimen ante la ofensa de los cultores de la imposición. Los cauces de un pueblo no dependen de uno solo, por más decretos que decrete, dependen de las raíces históricas y cotidianas que se generan como comunidad, de su hidalguía y de su idea que en pareja siembre tormentas contra los imbéciles y genere semillas para las necesarias emancipaciones, mentales, espirituales y materiales.


Prof. Juan José Barreto G. (Universidad de los Andes-Núcleo Universitario Rafael Rangel.)

Director Centro de Investigaciones Literarias y Lingüística Mario Briceño-Iragorry.

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